Celeste y Bernabé
- José Luis García
- 9 oct
- 2 Min. de lectura

En el sur de Florida vivía un carpintero llamado Bernabé, un señor de avanzada edad, pero muy ágil, alto, delgado y una barba que le caracterizaba. Este se encontraba ya jubilado. No obstante, mantenía como hobby su trabajo de carpintería.
Un día, al llegar al taller, observó un enorme desastre en sus materiales. Sin duda alguna, alguien había estado allí antes que él, lo que le asustó bastante y pensó que se trataría de algún ladrón. Bernabé volvió a poner todo en su sitio, y continuó con sus tareas, intentado quitarle importancia a lo ocurrido, ya que no echaba en falta nada.
A la semana siguiente, sucedió lo mismo y Bernabé se enfadó muchísimo, no sabía de qué se trataba, pero estaba claro que era alguien que quería hacerle daño. Al cabo de unas horas, escuchó una pequeña voz que decía:
-No te enfades señor Bernabé, el que ha cambiado las cosas he sido yo.
-¿Quién está hablando? ¡Sal y da la cara!- respondió Bernabé.
-Tú a mí no me conoces…-dio un salto y se colocó encima de la mesa- soy el duende Celeste, y como duende que soy, mi trabajo es cambiar las cosas de lugar y hacer travesuras. Nosotros no hacemos ningún mal, simplemente lo hacemos para divertirnos y hacer amigos.
Bernabé esbozó una tímida sonrisa, el enfado ya se le había pasado y desde aquel día, los dos hablaban durante horas y horas. Cuando alguien pasaba cerca del taller, escuchaban a Bernabé hablando sin parar. Algunas personas se paraban a preguntarle que con quién hablaba tanto, y este, por vergüenza simplemente les decía que le gustaba hablar solo, que así no se aburría.
Había pasado un mes, y la relación cada vez era más estrecha, pero Celeste tenía que comunicarle una mala noticia:
-Señor Bernabé, siento comunicarle que me han destinado a otro lugar para continuar con mi trabajo. Siento mucha tristeza porque aquí me he sentido verdaderamente feliz, pero debo seguir con mi labor.
Bernabé estaba seguro que había perdido un buen amigo, pero Celeste le había prometido volver.
Un día, al abrir la carpintería, observó para su sorpresa un gran desorden y no dudó ni un solo momento de quién trataba.
-Celeste, estás de vuelta, no te escondas- dijo Bernabé.
-Ya he completado mi misión, y como te prometí, he vuelto para verte.
Para Bernabé fue una gran alegría y consuelo, volvía a tener a alguien con quien hablar, y siguieron siendo muy grandes amigos.
REFLEXIÓN:
En la amistad, aunque los caminos se separan, la relación perdura para toda la vida.
FIN
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