Un zoológico muy singular
- José Luis García
- 11 jul
- 2 Min. de lectura

Érase una vez, un pueblo montañoso con bastantes habitantes, muy característico y singular. La mayoría de los hogares contaban con animales domésticos de compañía, como gatos, perros, conejos, pájaros, ponis, caballos, ovejas... y un sinfín más. Un día de charla matutina, un par de vecinos del pueblo coincidieron en que, debido a la gran cantidad de animales que tienen y la alegría que estos le proporcionan, sería una muy buena idea abrir un zoológico exclusivamente de animales domésticos, puesto que allí ya contaban con un ZOO donde no trataban muy bien a los animales y los tenían en muy malas condiciones de higiene y alimentación.
Más tarde, la idea se fue difundiendo por las calles del pueblo, y todos coincidían en lo mismo. No obstante, no contaban con recursos económicos para llevar a cabo la idea. Sin embargo, de pronto apareció Aurelio, un señor de ciudad que les quiso proporcionar el dinero necesario para llevar a cabo el emprendimiento, puesto que estaba escuchando la conversación desde lo lejos. Este señor también tenía la idea de que en el ZOO del pueblo, los animales no eran felices y querían demostrar la importancia de cuidar a los mismos.
Al principio, los vecinos no estaban del todo convencidos, debido a que no querían que algún desconocido les prestara dinero que luego no sabían si podrían devolvérselo, pero finalmente, y tras la insistencia de Aurelio, terminaron por aceptar.
El proyecto tuvo una duración de un año y medio, donde todos los vecinos colaboraron activamente aportando todo lo necesario. Finalmente, el zoológico quedó espectacular y todo el mundo estaba encantado. Comenzaron a visitar el lugar personas de todas partes, pues todo el mundo aportaba muy buenas opiniones del ZOO, donde los animales corrían libremente, ordeñaban a las ovejas y se subían a los ponis. Tenían lugares totalmente adaptados a sus necesidades y contaban con unos cuidados muy especiales.
Gracias a eso, consiguieron rápidamente el dinero que se les había sido prestado, pero Aurelio no estaba por la labor de que se lo devolvieran, pues para él haber realizado esa buena acción y que haya salido bien, era su forma de ser pagado.
REFLEXIÓN:
“En un mundo donde el respeto es tan importante, un zoológico como el del cuento supone una esperanza para esta sociedad, donde se mira por el bienestar animal marcando una diferencia gracias a la compasión y el amor hacia ellos, tratándolos con dignidad”
FIN
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